RELATOS BDSM
RELATOS BDSM DE MIS ESCLAVOS
Si tu también quieres plasmar en un relato tu experiencia conmigo (tanto de forma virtual como presencial) para ser aquí publicado, envíalo a mi dirección email dominaveronica@hotmail.com
esclavo Terry
Hola, me llamo Terry Ortega o bueno, desde que soy esclavo y sumiso de mi ama Lady Verónica, me llamo esclavo n1531995, una matrícula que hay que respetar y defender de todos modos para no perderla. Mi ama es mi única preocupación en este mundo y mi obligación es servirla, complacerla y defenderla. El hecho de que sea un ser muy inferior a mi ama me hace sentir un privilegiado, que ha conseguido entrar a su harén, cosa que no es fácil de conseguir, porque mi ama solo busca perros que les sirva y les sea útiles y fieles. Mucha gente no entiende el orgullo y el placer de portar una matrícula y representar a nuestra AMA LADY VERÓNICA, porque no es una ama como las demás niñatas de Twitter que se hacen pasar por Dóminas y que se venden por 10 euritos mostrando tetas y calentando pollas, NO, mi ama es una Dómina de verdad, una Diosa que se adora y que se trata con mucho respeto porque ella es muy superior, con una sola mirada te transmite muchísimos valores: respeto, obediencia, sacrificio, lealtad, servidumbre e impotencia hacia ella.
Hoy os quiero hablar de la primera sesión que tuve con mi ama Lady Verónica o mejor dicho el mejor día de mi vida. Era un jueves por la tarde y ya había tributado y hablado de mis fantasías de antemano como es debido. Pues yo me dirigía hacia su local a eso de las 17:45 porque habíamos acordado la sesión a las 18.00, yo estaba muy nervioso y temblaba porque me impone muchísimo mi ama. Llegué al local a la hora acordada y todavía seguía con el miedo hasta que me animé y toqué la puerta, nada más me abrió me arrodillé ante ella y le saludé besando sus preciosos pies, entré y siempre a cuatro patas como es debido porque soy inferior. Aunque sabía que había alguien más en el local por su seguridad (porque ella misma me lo dijo) no noté absolutamente la presencia de nadie más porque estaba totalmente enfocado en mi ama. Me mandó desnudarme completamente y así lo hice sin pensarlo dos veces, después de reírse a carcajadas de mi micropene me puso mi collar con el número de matrícula y una vez puesta la correa ya me puse a ladrar como un perro. Después de entrenarme como un perro que soy me mandó vestirme unos sujetadores y unas braguitas, me maquilló y me hizo pintarme las uñas, no podía sentirme más puta hasta que apareció mi Diosa con un gran dildo en su cintura, me agarró fuertemente del pelo, rompió las bragas, me aplicó lubricante y me folló como una puta. La sensación en aquel instante era inexplicable, cada vez me sentía más puta y me gustaba cada vez más, disfrutaba mucho y mi ama también al fin y al cabo solo sirvo para ser penetrado y obedecer mi ama. Ya llegaba la hora del final, mi ama me escupió tres o cuatro veces en la cara y luego me quité todo y me puse mi ropa, dejé un generoso tributo a mi ama porque es lo que se merece una Diosa como ella y me dio una patada en los huevos y me escupió en la cara. Mientras salía de su local y me dirigía al coche para volver, ella me estaba vigilando desde la puerta sonriendo y mostrando los billetes que había dejado recordándome para que sirvo y lo pelele que soy.
esclavo Miguel
paseo por los alrededores. Ambos disfrutábamos del cálido sol de la tarde.
divertida sobremesa de risas y confidencias en un restaurante de la ciudad.
Yo caminaba cargado con las bolsas de las compras detrás de Lady Verónica (mi ama), era mi pasión y
adoraba llevarla a comprar todo lo que ella me pidiese, tras haberme quedado rezagado mientras mi señora
miraba un escaparate, yo la observaba con admiración mientras seguía sus pasos.
haciendo juego con una falda de corte recto a la rodilla, conjuntando con unas sandalias de
tacón negras que realzaban y estilizaban sus vigorosas piernas. No podía dejar de mirar, como
abducido, el caminar pausado detrás de mi Ama.
Habíamos empezado la relación de dominación hace algún tiempo, a pesar de que cada uno teníamos nuestras vidas, siempre buscábamos los días para mantener esta relación de la cual los dos
disfrutamos. Sobre todo yo, quien siento un enorme placer sintiéndome su pagafantas, como le
gusta llamarme a ella
De pronto mi señora se paró y bajando sus gafas de sol me miró, cuando se puso a la altura de mi oído y me dijo con voz semi divertida:
—Tienes que ir detrás de mi cuando te llevo de tu collar, de rodillas mientras tiro de la cadena,
quiero que camines por detrás, a mi lado — a la vez que me daba dos azotes en el culo, me
guiñaba un ojo y se ponía las gafas de nuevo.
Adoro esa forma tan sutil que tiene ella de dominarme, es única en ese aspecto,
aunque también se que puede ser dura. Yo ya lo había probado varias veces, pero siempre lo
hace con una maestría ejemplar y eso es lo que me vuelve loco de ella.
Siguieron paseando cuando a Lady Verónica la llamó la atención una zapatería, se acercó al
escaparate y señalando me dijo:
—Mira, esas sandalias me gustan, vamos a entrar. — y abriendo la puerta entró en la
tienda.
—Si, la verdad es que son bonitas. — contesté
Ella sabía de mi fetiche con las sandalias. Éstas eran unas plateadas, de tacón,
con tiras adornadas con pequeñas piedras y talonada.
—Por favor, ¿éstas las tienes en el número 39? —Dijo, mientras se sentaba en un sillón.
—Si, claro, ahora mismo se las traigo. — respondió la dependienta.
Ella cruzó las piernas, se quito las gafas y las guardó en su bolso mientras yo la
observaba de pie enfrente de ella. Al momento vino la dependienta, una chica joven, morena y
atractiva con la caja de las sandalias. Sacó la del pie izquierdo y se la acerco para dársela, mi Ama
sin cogerla me miró con una de esas miradas con mandato que ella te transmite a la perfección
y que yo tardé unos breves instantes en captar, en parte azorado por la situación, hasta que
cogí la sandalia que tenía la dependienta. Dejé las bolsas de otras compras del día en el suelo y arrodillándome ante ella empecé a descalzarla los tacones. Lo hice con nerviosismo y eso que ya lo había hecho cientos de
veces y conocía el ritual. La descalzaba la masajeaba el pie, lo besaba….pero nunca lo había
hecho en público, ni delante de nadie y eso me impidió hacerlo como deseaba y sabía, a pesar de
ello, la calcé la sandalia plateada, se la abroché y la miré. Ella descruzo la pierna, estiró
su pie, miró como la quedaba y cruzando la otra pierna me ofreció el pie derecho. Esta
vez supe perfectamente lo que hacer y no sólo yo, sino que la empleada en ese mismo
momento sacó la sandalia de la caja y me la dio directamente a mi, mirando con una sonrisa
cómplice a Lady Verónica. Mientras, yo, procedí a quitarla el tacón de su pie derecho y esta vez sí,
aunque suavemente, le masajeé con delicadeza la planta del pie antes de ponerle la sandalia y
abrochársela con mimo en su talón. Ella entonces se levanto para probarlas y al ir a
levantarme también, ella puso su mano en mi hombro y con sutil firmeza m mi Amae instó a seguir
de rodillas. Ella dio unos pequeños paseos por la tienda, mirándose las sandalias mientras la
dependienta la miraba con admiración y aprovechándose de la situación, como buena
vendedora, la dijo:
—La quedan genial, de verdad.
—Sí…me gustan, son cómodas — respondió mi Ama.
—Pues mire — la dijo acercándola otras sandalias —, estas se llevan mucho este año, son de
piel con suela de cuero y son perfectas para el verano, ahora mismo le traigo su número, si lo desea. Eran
unas sandalias tipo hawaianas, de dedo, blancas y con las tiras como trenzadas entre sí.
– Espere señorita , me atrevía decir, esas a mi…a la señora , no le van a gustar, al ser de dedo,
¿las tendría de tira y que vayan justas? , tiene un pie muy fino y no le han de bailar, no se si me
entiende.
– Si, claro , entiendo, le dijo la dependienta mirándome entre perpleja y admirada,- que
gusto que un hombre conozca así los pies de su chica , dijo mientras sonreía y guiñaba
un ojo a Ama Verónica.
– No soy su chica , más bien el es …MÍO – dijo Ama Verónica mirándola fijamente
Se hizo un silencio en la zapatería
– Si…claro, entiendo, dijo azorada la dependienta…pues mire, tengo estas , son muy
cómodas, casi planas , de cuero y elegantes. Son un poco caras, pero merecen la pena.
– Por el precio no se preocupe señorita, dijo mi señora. Paga el pelele este, la respondió mientras me señalaba divertida con su mirada.
Le trajo el modelo. Eran preciosas , marrones y sólo con una cinta de cuero bordado para
sujetar el empeine, con apenas tacón y de un tacto exquisito
—Pónselas. Me medio ordenó la dependienta, mientras yo seguía arrodillado, dándome una
de las sandalias.
—Sí, pónmelas Miguel. — dijo divertida Ama Verónica por la reacción de la dependienta y
sentándose de nuevo, cruzó la pierna y me dispuso el pie.
Yo, ya menos nervioso, sonreí y procedí a la misma operación, la desabroché la
sandalia y esta vez me recreé un poco más cuando con el pie descalzo le puse la sandalia casi
con devoción mientras la sujetaba con una mano el pie y con la otra mano introducía la
sandalia para ajustarla perfectamente a su pie.
— ¿Cómo me quedan Miguel? —me preguntó ella mientras estiraba su pie casi a la altura de
mi cara y lo giraba para que pudiera verlo desde todos los ángulos.
—Espectaculares… además el negro de sus uñas hacen un contraste perfecto con el cuero
de la sandalia – contesté a la vez que la daba un beso en el empeine de su pie. Repetí la
operación con el otro pie y me quedó embobado admirando sus pies..
Ama Verónica se levantó y ando unos pasos , observó con gusto en el espejo como tanto
yo arrodillado aún y la dependienta mirábamos sus pies. Se volvió a sentar y cruzó una pierna
dejando colgar la sandalia sobre su empeine y jugando con ella.
– Me gustan, además, dijo Lady Verónica quitándose la sandalia, cogiéndola con la mano
y dándose unos azotes suaves en la mano contraria – estás han de picar, son muy
válidas para dar unos buenos azotes a los que no se portan bien , verdad? – dijo
mirando a la dependienta
Le subieron los colores a la dependienta que balbuceando casi la contestó..
– Si, señora , deben serlo..
– Seguro que alguna vez te habrán azotado
Sorprendida por la pregunta la dependienta se quedó sin palabras…y tras un tenso silencio
ella contestó
-Bueno, mi madre no dudaba en quitarse la zapatilla cuando nos portábamos mal, señora.
Le gustó a Ama Verónica que la llamase señora con ese tono sumiso.
– Por supuesto, sabia mujer tu madre. Él recibe su sesión de zapatilla muy a menudo…
¿verdad Miguel? Pues mira, estas sandalias que cuestan 115 € y que vas a pagar tú Miguel,
las voy a dejar solo para casa , que te parece?
Me sonrojé, y no sabia donde mirar, sentí una sensación de vergüenza y humillación
que me excitaba cuando ella me trataba como un pagafantas. Lo hacía muy a menudo, aquella
tarde mismo, en el restaurante y a la hora de pedir la cuenta, fue ella quien la pidió, la
camarera se la trajo , ella la revisó y con un tono autoritario me dijo, paga mi felpudo, y deja
buena propina que se ha portado bien la camarera, vamos ..»
– Si, Señora, respondí bajito.
– No te oigo , dijo Ama Verónica, mientras con la sandalia en mi barbilla me levantaba la
cara
– Si, me parece bien , ahora diciéndolo en alto
– Si, ..¿qué?
– Si. Mi señora.
– Buen perrito , y acto seguido me dio un zapatillazo suave pero sonoro en la cara.
Ella me miraba complacida mientras le descalzaba las sandalias y le volvía a poner los
tacones. Términé de calzarla, me levanté, cogí los dos pares de sandalias y se las entregué a la
dependienta, que las preparo para que se las llevara. Cuando me daba la vuelta de la compra le
dijo a Lady Verónica:
—Ojalá todos los hombres supieran tratar así a una mujer…
Yo sonreí y mirando a mi Ama, la contesté:
—Ojalá todos los hombres tuvieran la suerte de poder pertenecer a una mujer como ella.
—Anda vamos — dijo riéndose Ama Verónica mientras me daba un azote sonoro en el culo.
alguien más, a parte de este, necesita unos cuantos azotes. Toma mi tarjeta y no tardes en
llamar, la dijo guiñándola un ojo.
– Puede que lo haga señora, contestó la dependienta,
Nos fuimos hacia el coche y fuí al maletero para dejar las bolsas. Le abrí la puerta, pero antes y como ella me ha enseñado y como su felpudo humano que soy, me tumbé en el suelo para que ella me usara y pisara como su felpudo humano que soy. Ella acercó sus manos a mis partes más bajas y aprisionó mis testículos mientras me susurró al oído
—¿Sabes a quien perteneces tu y esto que aprisiono con mi mano ¿no? Has dudado en la tienda….y ya sabes eso lo que conlleva, vamos a casa.
—Si…Ama…pero…
—Shhhhhhh… — susurró mientras me ponía los dedos en los labios — No me hagas
endurecer tu castigo. Calla y conduce hacia mi casa.
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